La otra historia tras el Incidente Palomares

Hoy, 17 de enero, toca hablar sobre el Incidente Palomares, pero no sobre lo que todos sabemos ya, sino sobre uno de los protagonistas: Tito del Amo, el reportero que destapó todo, informando al New York Times sobre las bombas caídas en Palomares.

Aquí, esa parte de la historia que no te cuentan.

A los que habéis leído mi novela CAER os sonará su apellido. Y no os equivocáis; forma parte de la estirpe de la familia del Amo —protagonistas en parte de ese libro—. Es el nieto del multimillonario americano Gregorio del Amo e hijo de Jaime. Y lo que es más importante para esta historia: era el hermano de André, corresponsal en España de alguno de los más importantes diarios americanos de la época.

Casualidades de la vida, Tito había llegado a Mojácar desde Los Ángeles con su cámara Leika y ganas de disfrutar la vida. Ajeno a lo que viviría.

Hoy hace 50 años, sucedía la tragedia.
A las 10 y 22 minutos de la mañana, se escuchó una explosión en la zona seguida de destellos en el cielo. Acababan de chocar un B-52 cargado con 4 bombas termonucleares y el avión cisterna que lo reabastecía en vuelo.

3 de las 4 bombas fueron encontradas en tierra —2 parcialmente detonadas—, pero de la otra, caída en el mar, parecía no haber rastro.
24 horas después del accidente, el protocolo Broken Arrow encargado de recuperar las bombas ya había sido activado e informado el Régimen de Franco.

La reacción fue firme. El ministro Manuel Fraga decidió no informar de lo sucedido.
Pero no pudo evitar que el periodista André del Amo y su hermano Tito, cámara y grabadora en mano, cubrieran la noticia e hicieran saltar las alarmas tras escuchar hablar sobre la RADIACTIVIDAD.

A pesar de los esfuerzos del Régimen por ocultarlo, ya sería imposible. Los medios internacionales se hicieron eco. La amenaza de la radiactividad y las consecuencias del accidente coparon las páginas de los diarios extranjeros, llegando hasta la portada del New York Times.

Las fotos de André y Tito mostraron al mundo a los soldados estadounidenses realizando las labores de limpieza protegidos por sofisticados trajes mientras la población local, ajena a los riesgos, se fotografiaba junto a los restos del B-52 accidentado.

Pero las fotos más relevantes las haría Tito, el mayor de los dos hermanos, cuando todos los corresponsales ya habían abandonado Palomares.
Las agencias United y Associated Press no perdieron la ocasión de encargarle el seguimiento de la 4ª bomba pendiente aún de aparecer.

Para ello, pusieron a su disposición 500 pesetas de la época. Con un Seat 600 de alquiler se encargó de peinar los alrededores y las playas, y enviar un carrete de fotos a la semana para cubrir el suceso.
El International Herald Tribune y el Daily Mail llevarían sus fotos en portada. En ellas se podía ver el operativo que habían desplegado los americanos para limpiar la zona: decenas de barriles, hombres con trajes de protección, incluso una carretera perfectamente asfaltada que se dirigía hasta un carguero rodeado de buques fondeado en la playa.

Esas fotos no se sacaron con el teleobjetivo que Tito tenía para fotografiar a 400m: lo había dejado en casa. Solo tenía una vieja Hasselblad en las manos cuando le invitaron a subir, así que tendría que bastar para hacer las fotos desde aquel helicóptero, con la puerta abierta.

Aquella búsqueda, que llevó a Tito a enamorarse de la zona hasta quedarse allí para siempre, duró 80 días. Y acabó de la manera más surrealista posible.
La mañana del accidente, Francisco Simó Orts —aka Paco, el de la bomba— pescaba camarones cuando vio caer el proyectil al agua.

Cuando llegó a tierra y se enteró de lo sucedido, se ofreció a colaborar para recuperar la bomba. Pero nadie le hizo caso.
9 semanas después y tras dedicar 34 buques y 4 minisubmarinos a la búsqueda y no encontrarla, le dieron una oportunidad.
La bomba apareció a 5 millas de la costa.

Esta historia la descubrí mientras me documentaba sobre la familia Del Amo para mi novela #CAER.

Lamentablemente, Tito fallecería en junio de 2016 cuando aun no había sido publicada. Seguro que le hubiera encantado.

Si os interesa, otro día os contaré la anécdota que vivió cuando Franco quiso entregarle la medalla de Isabel la Católica. Y su opinión respecto a la teoría de que, su vecino en Los Ángeles, Walt Disney, realmente había nacido en Mojácar.

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