El escritor que esquivó la muerte en al menos 4 ocasiones y al final acabó suicidándose.
Tal día como hoy, 23 de enero, sufría el 2º de los 2 accidentes consecutivos que en África a punto estuvieron de costarle la vida.
¿Cuáles fueron las otras?
1ª. Destrozado por un mortero austríaco.
Durante la 1ª GM, Hemingway fue conductor de ambulancia de la Cruz Roja en el frente italiano.
El 8/7/1918, tras ser herido por el impacto de 237 trozos de metralla, le colocaron una rótula de aluminio… y 2 condecoraciones en el pecho.
2ª. Disparo mientras peleaba con un tiburón.
En un artículo de 1935 para Esquire, Hemingway recordó a los lectores que, mientras intentaba atrapar un tiburón en Key West, por accidente se había disparado a sí mismo en las pantorrillas. Lógicamente, en él explicaba cómo evitarlo.
3ª y 4ª. Dos accidentes aéreos CONSECUTIVOS.
Mientras estaba de safari en África en 1954, Hemingway sobrevivió a 2 accidentes aéreos consecutivos sucedidos en solo 2 días.
En el 1º, el Cessna monomotor que transportaba a Hemingway y a su esposa se estrelló al intentar el piloto un aterrizaje de emergencia con el que trataba de evitar golpear una bandada de ibis.
El piloto tuvo que elegir entre dirigirse a una zona arenosa en la que se encontraban 6 cocodrilos o una pista de elefantes a través de matorrales espesos.
Aquella noche, el matrimonio Hemingway y el piloto pasaron la noche en la selva… rodeados de elefantes, no muy lejos de los cocodrilos.
Al día siguiente, los Hemingway tomaron otra avioneta que también acabaría por estrellarse e incendiarse poco después de despegar. Ambos resultaron gravemente heridos, aunque no tanto como para justificar los numerosos titulares de los periódicos que informaban de su muerte.
Según la revista TIMES, Hemingway salió de la jungla con gran ánimo, cargando un montón de plátanos y una botella de ginebra, y afirmando ‘My luck, she is running very good.’
Para terminar, es inevitable tocar el tema de su suicidio.
Hemingway, a lo largo de su vida, había creado una fama de escritor rudo y temerario, lo que no parecía encajar bien con un final suicida.
Nunca se encontró una nota de despedida.
Antes de las 7 de la mañana del domingo 2 de julio de 1961, el escritor se despierta en su casa de campo en Ketchum, Idaho, y se levanta. Se viste con su bata —a la que llamaba «la túnica del emperador»—, sale de la habitación donde estaba con su esposa, Mary Welsh Hemingway, abre la bodega del sótano donde guardaba sus armas, sube las escaleras hacia el vestíbulo de la entrada principal de su casa, y carga 2 balas en su escopeta favorita, la Boss calibre 12. Poco después, pone el extremo del cañón en su boca, aprieta el gatillo y se vuela el cerebro.
Su esposa, Mary Welsh, al igual que los periódicos de la época, mantendría durante mucho tiempo que la tragedia había sido fruto de un accidente, un disparo involuntario mientras limpiaba el arma.
3 años después, la familia y los editores confirmarían la hipótesis del suicidio.
El escritor, que había sobrevivido a 3 guerras —la 1ª, la 2ª y la G. Civil española—, sufría una depresión profunda que había intentado atajar con cócteles de medicamentos y terapia de electrochoques en la Clínica Mayo, en Minnesota.
Esa sería la definitiva, pero no la primera. Había intentado suicidarse en otras dos ocasiones antes.
Y no sería el único en la familia en lograrlo:
En 1928, su padre se suicidó, como él, con un tiro en la cabeza.
En septiembre del ’82, Leicester, su hermano —también escritor—, imitó a ambos suicidándose de ese modo.
A la funesta lista, se unirían también Ursula —la hermana— y hasta su nieta, la actriz Margaux Hemingway, que también pondría fin voluntariamente a su vida.
Se cree que estos suicidios podrían estar relacionados con la hemocromatosis, una enfermedad genética que incapacita para metabolizar el hierro y provoca el deterioro mental y físico.
Muy deteriorado físicamente, incapaz ya de escribir, hundido en una grave depresión y paranoia —creía que el FBI seguía todos sus movimientos—, disparó por última vez un arma.
«He pasado mucho tiempo matando animales y peces —le dijo a la actriz Ava Gardner— para no matarme a mí mismo».
Para terminar, solo falta recordar una de sus reflexiones respecto al tema:
«Si nuestros padres son la vara con la que nos medimos, vivir a la sombra de un padre suicida equivale a viajar por una carretera llena de baches en un camión cargado de nitroglicerina».