El antiguo Colegio de los Escoceses

Hoy os voy a hablar del antiguo Colegio de los Escoceses, en Boecillo, Valladolid.

Un edificio inspirador que he tenido la suerte de recorrer en varias ocasiones y que siempre me atrapó por la historia que ocultan sus muros.
Religión, tesoros y Wellington son sus protagonistas.

Encaramado en lo alto de un otero sobre las bodegas situadas a las afueras de Boecillo, encontramos este gran edificio, ahora en ruinas, construido a finales del siglo XVIII.

Tal vez os haya sorprendido su nombre: ¿por qué un colegio (seminario) para sacerdotes escoceses en Valladolid? 🤔

La razón se remonta a 1534, cuando el rey Enrique VIII rompe con Roma y promueve el anglicanismo como religión oficial frente al catolicismo.

Tras una breve etapa en la que María Tudor —nieta de los Reyes Católicos— restablecería el catolicismo, su hermanastra, Isabel Tudor, reestablecería a su vez el anglicanismo promoviendo de nuevo la persecución a los católicos: la misa sería prohibida y los sacerdotes católicos obligados a abandonar sus territorios.

Como respuesta, algunas monarquías europeas impulsaron la creación de colegios en Roma y París.

La función de estos colegios era formar a jóvenes de entre 16 y 30 años de origen noble para que pudieran regresar como misioneros católicos a su Escocia natal.

En 1778, el rey Carlos III firmó una Real Cédula en la que se ponía al Colegio de Escoceses bajo su Real Protección.

7 años antes (1771), Valladolid recibiría la 1ª promoción de escoceses que en aquel tiempo deberían instalarse en el Colegio de San Ambrosio.

En 1796, el rector Alexander Cameron compra los terrenos para construir este edificio de 3 plantas más ático, con gruesas paredes.

En la 1ª planta se hallaba el refectorio, la cocina, la biblioteca y la sala de recreo.
En la 2ª, el despacho del rector, la sala de visitas y 17 habitaciones.
En la zona abuhardillada, un dormitorio general.
Posteriormente se añadirían también una capilla y otras dependencias.

Como anécdota resulta interesante destacar que era habitual que allí se practicasen deportes como el golf, el críquet, la natación o incluso el entonces recién creado fútbol, por lo que se cree probable que fuera este uno de los primeros lugares de España en los que se practicó.

Pero sigamos con la Historia con mayúsculas.
Poco después de finalizada su construcción, durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas ocuparon el edificio para usarlo como alojamiento de oficiales.

Pero no sería así durante toda la contienda.

En julio de 1812, Wellington, tras su victoria en la batalla de Arapiles, logró que las tropas francesas capitaneadas por el mariscal Auguste Marmont cruzasen en retirada el Duero entre Herrera de Duero y Boecillo.
Los días 30 de julio, 6-7 de sept. y 29 de oct. sería su cuartel general.

Wellington ocuparía la habitación principal, y se sabe que también se alojó en este edificio el Principe de Orange que acompañó al general inglés en la campaña.

Durante la estancia francesa se produjeron abundantes saqueos entre los que se perdió parte del mobiliario original.

Sin embargo, otra parte del tesoro se salvó.
Cuando las tropas francesas exigieron a Alexander Cameron II que les entregase todos los objetos de valor, este solo presento un cáliz.
Su ingenio le valió para ocultar en el campanario de Aldeamayor de San Martin la mayoría de ellos.

Se cree que al menos otros 5 cálices de gran valor fueron enterrados junto a objetos de plata en las cuadras del colegio.

Pero no salgáis corriendo con picos y palas; lo más probable es que los sacerdotes rescataran esos tesoros en su día.

Además, he de recordaros que, a pesar de su estado actual de aparente ruina —tejado hundido, paredes pintadas, puertas y ventanas rotas—, TIENE DUEÑO y va invertir 1,5 mill. de € en recuperarlo como hotel y centro de bodas.

Así que en 2021 podremos verlo con su mejor esplendor.

Y para los más macabros, os comento que, debajo del Colegio de los Escoceses, se descubrió Los Bosqueros, una bodega que fue utilizada como cárcel durante la guerra y en la que estaba el patíbulo de madera en el que ajusticiaron a los afrancesados y los oficiales napoleónicos.

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¡Gracias!

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